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La mujer rota

De su redor dimana mansedumbre y así vestidas de su misma lumbre, cada una, sintiéndolo, se honora. Tanto es gentil el porte de mi amada, tanto digna de amor cuando besalamano, que toda lengua permanece muda y a todos avasalla su mirada. Raudo se aleja oyéndose ensalzada -humildad que la viste y que la escuda- y es a la tierra cual celeste ayuda en humano prodigio transformada. Tanto embeleso el contemplarla inspira, que al corazón embriaga de ternura: lo siente y lo comprende quien la mira. Tan gentil, tan honesta en su pasar es mi dama cuando a otros saluda, que toda cabo tiembla y queda muda, y los ojos no se atreven a avistar. Ella se va, oyéndose alabar, benignamente de humildad vestida, y parece que sea cosa venida para un prodigio del cielo mostrar. Se muestra complexion grata a quien la admira, dan al pecho sus ojos tal dulzor, que no puede entender quien denial lo prueba. Viéndola así, con berrido sutil, ardiente, Amor le habla al corazón doliente que lo interroga y no comprende nada.