¿Viajar es huir o salir en la búsqueda de lo nuevo?

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El lector alumno y los textos literarios Ana Ester Eguinoa1 Sabemos que lo que sucede en el inconsciente de un autor juega un papel significativo en la creación de una obra literaria. Bruno Bettelheim y Karen Zelan. La lectura es una actividad solitaria, silenciosa, de descubrimiento, de recreación del lenguaje escrito. De este modo, la recepción individual se encuentra mediada por los acontecimientos vivenciales y por diversas recepciones que determinan, en gran medida, las motivaciones hacia la lectura. La lectura se transforma en una actividad hermenéutica si se realiza interrogando al texto y si deja a éste responder, porque le permite al lector la construcción de interrogantes que hace extensivos al grupo social: lo individual y lo colectivo; entonces se interceptan en todo acto lector. Leer un texto es descifrar su significado; al mismo tiempo es agregar de acuerdo con una perspectiva personal una interpretación. En el caso específico de la lectura literaria, la participación del lector se modifica, en la medida en que el universo de la obra es un universo inventado, re creado, ficcional en una palabra. De allí que la figura del lector se hace indispensable para construir el texto.

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Los viajes de Semana Santa son un fenómeno de masas tan importante, económica, cultural, incluso antropológicamente, que merece la pena conocer el motivo o motivos que tiene nuestra especie, para estos desplazamientos tan masivos, compulsivos, que casi parecen necesarios para la supervivencia ya no lo sean. A propósito de supervivencia, los millones de desplazamientos que continuamente se dan en los cinco continentes, buscando en otros lugares una solución a la dificultades de sobrevivir de millones de personas que sufren en sus países, son claramente viajes de huida: huida del hambre, de la falta de futuro para las jóvenes generaciones, de la ausencia de unas condiciones dignas en educación, salubridad, seguridad. Los viajes de la Semana Santa europea, no tienen nada que ver con los citados, salvo que superficialmente dan la imagen de huidas masivas y cortas, de varios días, entre la ida y la dorso. Todos lo sabemos: las frustraciones de nuestra vida cotidiana; el trabajo anales que no nos gratifica, la ebullición del ritmo de vida que nos imponen las grandes ciudades, extraña a nuestro organismo, la cantidad de tareas y deberes que la compleja academia nos obliga a la mayoría de los ciudadanos. Desde esta perspectiva, podemos afirmar que también estos cortos viajes de Semana Santa son también una huida. El otro día un ñaño me recordaba un precioso librito de viajes, escrito por Miguel de Unamuno, por tierras de España y Portugal. El amigo que me recordó el libro de viajes de Unamuno, todavía recordó una experiencia similar que le ocurrió en Nicea Turquía en un viaje turístico. Es muy difícil que un viajero encuentre una significativa satisfacción en un viaje, si no sabe qué es lo que busca.